REBELLION AND RESISTANCE IN THE IBERIAN EMPIRES, 16TH-19TH CENTURIES.

Catalán (ES) | Catalão (PT)

Author: Ivan Gracia-Arnau

Affiliation: Universitat de Barcelona | CIDEHUS-Universidade de Évora



El catalán es una lengua romance nacida en los territorios del imperio carolingio que conformaban los condados de la Marca Hispánica. Durante los siglos XII y XIII, como consecuencia de la expansión de la Corona de Aragón, el catalán se extendió por el Mediterráneo Occidental. Sin embargo, fruto de los procesos de uniformización política y homogeneización cultural de España y Francia, el catalán tendió a quedar relegado, especialmente durante los siglos XVIII y XIX, a lengua de uso privado y popular. Ha sido precisamente por su arraigo histórico entre la sociedad, especialmente entre los grupos no letrados, que la lengua catalana ha logrado persistir al paso del tiempo. En la actualidad, cuenta con diez millones de hablantes entre distintos territorios de España, Francia, Italia y Andorra, estado donde es la única lengua oficial.
En 1611, Covarrubias no menciona el catalán como idioma (Covarrubias 1611), lo mismo ocurre en varios diccionarios hasta el segundo tercio del siglo XIX (RAE 1780: 207; RAE 1791: 200). En todos ellos aparece como adjetivo que califica a una persona natural o algo que pertenece a Cataluña. En 1884, ya se incluye el significado de «lenguaje hablado en Cataluña, del cual son variedades el valenciano y el de las islas Baleares» (RAE 1884: 225).
Durante los reinados de los Habsburgo en España, el catalán fue una de las lenguas empleadas, junto con el castellano y el latín, por las instituciones de gobierno de buena parte de los reinos que conformaban la Corona de Aragón, a saber: del principado de Cataluña y los condados del Rosellón y la Cerdaña ‒territorios del Pirineo oriental asociados a Cataluña‒, así como de los reinos de Valencia y de Mallorca. En catalán se celebraban cortes, se redactaban leyes, se dictaba justicia, se enseñaba en las escuelas, se redactaban documentos notariales, etcétera (Kamen 1995). Sin embargo, y como en otros territorios españoles, durante los siglos XVI y XVII se generó una situación de diglosia en la que el castellano, la lengua del rey, ganó terreno entre la población, especialmente entre las noblezas locales. Se trató de un fenómeno endógeno, es decir, nacido de la propia aristocracia catalanoparlante, que, progresivamente, fue adoptando el castellano como idioma asociado al poder y la cultura (Marfany 2001).

No fue hasta finales del siglo XVII y, sobre todo, durante el XVIII, en el contexto del racionalismo ilustrado, que empezaron a aprobarse medidas políticas de carácter lingüístico que regulaban el uso institucional del catalán en beneficio del castellano y del francés. En 1659, los condados del Rosellón y la Cerdaña fueron transferidos a Luis XIV de Francia en virtud del Tratado de los Pirineos, dándose inicio, con él, al proceso de afrancesamiento del territorio. Aunque en 1700 el monarca francés firmó la prohibición del catalán como lengua de uso público, el proceso de substitución lingüística en lo que actualmente es el Departamento de Pyrénées-Orientales, también conocido como Cataluña Norte, fue lento. Encontró un momento de aceleración durante la Revolución francesa, período en que el catalán fue considerado una lengua feudal que dificultaba el arraigo de los nuevos valores igualitaristas, pero la substitución no culminó hasta la llegada del siglo XX (Ferrer 1985).

En España, fue durante la Guerra de Sucesión (1701-1713) y tras la conquista de los reinos de la Corona de Aragón por parte de Felipe V de Borbón cuando el catalán fue apartado de las instituciones de gobierno. En Valencia (1707), Mallorca (1715) y Cataluña (1716), la aplicación de los Decretos de Nueva Planta suprimió las leyes e instituciones representativas de sendos reinos, reemplazándolas por nuevas de raiz castellana y estableciendo el castellano como lengua institucional. Durante el siglo XVIII se aprobaron reformas que pretendían uniformizar la educación, como, por ejemplo, la de Carlos III de 1768, que estableció el castellano como lengua de enseñanza en todo el territorio español. Se trataba de medidas lesivas para el catalán que, sin embargo, no hicieron más que dar carta de naturaleza legal a un proceso social ya consolidado, puesto que eran los propios sectores acomodados de los territorios catalanoparlantes los que tenían interés en instruirse en la lengua castellana para así propulsar su ascenso social. Distinto era, sin embargo, el mundo no letrado, donde el castellano todavía tardaría en arraigar. La enseñanza en castellano, de hecho, afectaría solamente a disciplinas que, como la retórica, únicamente cursaban sectores elevados de la población, mientras que la doctrina cristiana, destinada al vulgo y clave para el control social, continuó impartiéndose en catalán hasta bien entrado el siglo XIX. Todo cambió durante los regímenes liberales del siglo XIX, momento de construcción nacional de España. Tras la Guerra de Independencia española (1808-1814) se aprobaron diferentes planes y leyes educativas que aspiraban a universalizar la enseñanza del castellano entre todos los ciudadanos (1836 y 1857). Al mismo tiempo, el castellano se estableció como única lengua de uso en ámbitos cotidianos en los que hasta entonces no había estado presente, como, por ejemplo, el notariado (1862), el Registro Civil (1870) o el Registro Mercantil (1908) (Escribano 2016).

Paralelamente, a partir de la década de 1830 se forjó en Cataluña, Valencia y Mallorca un incipiente movimiento cultural, conocido como Renaixença, que tuvo como objetivo recuperar el catalán como lengua literaria. En Cataluña, la Renaixença formó parte del proceso de concienciación nacionalista, muy vinculado a determinados sectores de la burguesía industrial. A finales del siglo XIX dio forma al catalanismo, un movimiento político nacido tras el fracaso de la Primera República española (1873-1874) que tuvo entre sus objetivos combatir la diglosia y recuperar el catalán como lengua pública. Entre sus logros se encuentra la creación de la Mancomunidad de Cataluña (1914-1923), institución clave para la normativización del catalán moderno. El catalanismo irrumpió con fuerza en la vida política española y se convirtió en un actor de primer orden que, por defender un proyecto nacional alternativo al de la uniformidad castellana, sufrió la represión de las dictaduras de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) y de Francisco Franco (1939-1975), períodos en los que el catalán resistió en el ámbito privado hasta la recuperación de la democracia en 1978.


REFERENCIAS

Diccionarios
Covarrubias, Sebastián de, Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid, Luis Sánchez, 1611.

Real Academia Española (RAE), Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso. Madrid: Joachín Ibarra. 1780.

Real Academia Española (RAE), Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso. Tercera edición, en la qual se han colocado en los lugares correspondientes todas las voces de los suplementos, que se pusieron al fin de las ediciones de los años de 1780 y 1783, y se han intercalado en las letras D.E. y F. nuevos artículos, de los quales se dará un suplemento separado. Madrid: Viuda de Joaquín Ibarra. 1791.

Real Academia Española (RAE), Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. Duodécima edición. Madrid ; Imprenta de D. Gregorio Hernando, 1884.

Bibliografía
Escribano, Daniel, “Perspectiva històrica del conflicte lingüístic al domini territorial hispànic del català”, Treballs de Sociolingüística Catalana, 26, 2016, 231-247.

Ferrer i Gironès, Francesc, La persecució política de la llengua catalana, Barcelona, Edicions 62, 1985.

Kamen, Henry, “La política lingüística a Catalunya a l’època moderna”, L’Avenç, 189, 1995, 30-34.

Marfany, Joan-Lluís, La llengua maltractada. El castellà i el català a Catalunya del segle XVI al segle XIX, Barcelona, Empuries, 2001.