REBELLION AND RESISTANCE IN THE IBERIAN EMPIRES, 16TH-19TH CENTURIES.

Mapuche (ES) | Mapuche (PT)

Author: Sabrina Rosas

Affiliation: Universidad Nacional de La Plata

https://doi.org/10.60469/6qz3-4z43


Mapuche es el nombre con el que se identifican personas y pueblos indígenas presentes en el área central y meridional de los actuales territorios de Chile y Argentina. Las terminologías con las que se conocen a los pueblos indígenas en América traen aparejadas controversias, confusiones y disparidades historiográficas, antropológicas y etnohistóricas. En éstas se conjugan asignaciones propias de sus pueblos con categorías exógenas, atribuidas por otros sectores sociales en tiempos prehispánicos y/o utilizadas y transcritas por cronistas y conquistadores durante el período colonial. Mapuche es una palabra que ejemplifica este tipo de procesos. Existen variadas hipótesis en torno a su procedencia, que plantean una transformación lingüística, gentilicia, política e identitaria. A su vez, éstas se vinculan con los aportes de numerosos estudios que han abonado a la construcción histórica sobre sus poblaciones, desde la noción de barbarie y el salvajismo, hasta la rebeldía y la asociación como indios “nacionales” (Delrío, 2002).

Hasta 1850 la palabra mapuche no figuraba en el diccionario ni en español ni en portugués mientras que, el concepto araucano, aparece de forma temprana en la literatura colonial. En el diccionario de la lengua española de 1770, se lo identifica como “el natural de Arauco, que pertenece a aquel valle del reino del Perú” (RAE, 1770, 305, I). Aunque Arauco sólo tuvo voz en 1853 en la Real Academia Española (Domínguez, 1853, t.I, p.151), el Vocabulario Latino de Bluteau de 1728 ya menciona a Arauco como “ciudad, río y valle; valle del sur de américa en el reino de Chile” y afirma que “o gentio de Arauco resistiu mais de cem anos ao poder dos castelhanos & so no anno de 1650 se rendeu” (Bluteau, T. I, p. 468).

A fines del siglo XIX, al calor los proyectos republicanos imperantes, algunas investigaciones pioneras introdujeron los debates sobre los orígenes indígenas bajo perspectivas difusionistas y evolucionistas, que establecieron nociones de naturaleza salvaje de los pueblos del sur en contraposición a los preceptos civilizatorios incaicos hallados en los pueblos del norte al momento de la Conquista (Adán Alfaro, 2014). Como explica Leonor Adán Alfaro, con la influyente obra de José Toribio Medina, comienza a ser utilizado el término araucanos para integrar a diversos grupos sociales entendidos como una unidad racial a partir de un mismo uso de la lengua (2014, 12). Las teorías de homogeneidad cultural araucana por razones lingüísticas han sido tempranamente cuestionadas por antropólogos como Latcham, reemplazándolas por diferencias culturales a partir de criterios geográficos. El antropólogo distingue a “los pueblos ubicados en el norte, los moluches, que habrían invadido la zona entre el Toltén y el Bío Bío hasta el norte y fusionado con nativos mapuche; en la cordillerana y en el valle del Alto Bío Bío, a los pehuenches, gente de los pinos, y hacia el sur, en las provincias de Valdivia y Llanquihue, los huilliches” (Latcham en Gonzales Pizarro, 2014, 72). De todos modos, la asignación de araucanos como unidad étnica, política y territorial de los indios chilenos (Urbina & Adán, 2010) ha sido frecuentemente utilizada como sinónimo de mapuche, inclusive hasta la actualidad, aunque es motivo de controversias.

Las teorías evolucionistas del siglo XIX y XX han destacado y analizado la influencia incaica en el desarrollo poblacional de estas poblaciones, instalando la imagen del Inca como representación del modelo civilizatorio de la época, en contraposición al del indio chileno, salvaje y bárbaro. Desde un 

punto de vista etimológico, el término araucano sería una derivación de diversas nomenclaturas. Por una parte, algunos estudios plantean que el término Promaucae o Purumaucaes era utilizado en tiempos prehispánicos para identificar a las tribus vecinas asentadas entre el Maule y el Biobío que no obedecían a su gobierno (Lenz, 1904). Por otro lado, según Itier (2016), el término Auca o Awqa ocupó un lugar destacado en el discurso político incaico antes de la Conquista y durante la Colonia, como noción política para hablar de grupos que se adueñaron de lo ajeno mediante la guerra, es decir, “grupos de las regiones exteriores al imperio incaico, que aún mantienen el supuesto modo de vida guerrero de los tiempos antiguos, nombrados como “enemigos”, “contrarios”, “indios de guerra”, “soldados” y “guerreros” (2016, 55). Cabe destacar que, además de su uso como adjetivo, “awqa figura como verbo en fuentes antiguas, traducido por “guerrear”, “mostrarse enemigo”, “pelear”, “trabar combate” (2016, 57). Posteriormente, dichos denominativos incaicos habrían sido reelaborados y reutilizados por cronistas europeos para catalogar a poblaciones renuentes a su dominio y específicas de un territorio (Manríquez, 2002). A su vez, Albizú Labbé (2006) plantea que el término recorre un proceso de mutación luego de su aparición en las crónicas del siglo XVI de Garcilaso de la Vega y Pedro de Valdivia, perdiendo su sentido original hacia el siglo XVII, utilizándose entonces para referenciar una delimitación geográfica que no había podido ser cruzada por grupos Incas.

Según Boccara, el término mapuche no aparece mencionado en las fuentes hasta el siglo XVIII, y entiende que el concepto araucano hace referencia a las poblaciones del Arauco pero no abarca a la totalidad poblacional del centro-sur de Chile (1998, 14). De todos modos, la utilización genérica de araucanos como sinónimo de mapuche para referirse a los indios del sur y centro de Chile ha sido una constante a lo largo del tiempo. Esta tendencia acompañó la discusión sobre su característica salvaje en contraposición a la imagen civilizada del mundo incaico en las postrimerías del siglo XX. Siguiendo a Delrio, en las campañas fines del siglo XIX, se produjo un cambio discursivo en el proceso de marcación de la “otredad”, en el cual “los grupos nativos pasaron de ser “otros externos” -“salvajes” que habitaban un territorio reclamado por la “nación”- a “otros internos” -en proceso de cambio o extinción-, que debían ser integrarlos a la sociedad” (2002, 191). Las narrativas oficiales en la experiencia chilena durante la “Pacificación de la Araucanía” (1851-1883) como el caso argentino con la “Conquista al Desierto” (1878-1885), constituyen puntos de partida historiográficos para la imposición estatal sobre los pueblos indígenas, que a su vez se enlazan con los procesos históricos entre hispano-criollos e indígenas durante la época colonial.

La llegada de nuevas corrientes analíticas en el campo antropológico, historiográfico o etnohistórico entre los años sesenta y ochenta del siglo XX, favorecieron el abandono de las miradas evolucionistas para enfocarse en perspectivas culturalistas, en modos de organización socio-políticas, en sistemas de parentesco y en análisis del indígena como sujeto histórico (Adán Alfaro, 2014). Este giro discursivo permitió poner en tensión el mito de la “Guerra de Arauco” del siglo XVI que se acopló a la “Pacificación de la Araucanía” como lucha contra el “indio salvaje” que debió ser, históricamente, subordinado o integrado.

Las nuevas miradas de las últimas décadas, ponen el foco en las interacciones étnicas y políticas de sociedades indígenas y en su visibilización (Boccara, 2001). En esta línea, Boccara plantea la siguiente hipótesis en referencia a los orígenes de la población reche-mapuche: “a la llegada de los españoles, en el territorio entre los ríos Biobío y Toltén, no existía ni etnia araucana ni mapuche, ni picunche ni hiulliche. En cualquier caso, es preferible hablar de reche, poblaciones cuya frontera norte se ubicaba en los alrededores del río Mapocho, y al sur a la altura del istmo de Reloncaví, que hablaba la misma lengua y compartían prácticas de religiosidad. Estos, a su vez, se distinguen en tres grupos: los del norte (picunche), rápidamente dominados por conquistadores, los del centro (mapuche o araucano), que resistieron pagando el precio de enormes transformaciones sociales, y los del sur (huilliche), que opusieron resistencia sólida pero que sufrieron una desestructuración en época republicana” (Boccara, 2007, 20).

Por su parte, el Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato, Chile, de 2008 presenta el concepto mapuche asociado a una cultura proveniente de diversos desarrollos culturales prehispánicos en los sectores geográficos de los Andes Meridionales, precordilleranos y pampeanos, que tras varios siglos de influencias confluyen en un proceso de homogeneización etnocultural. Dichos grupos fueron conocidos por los conquistadores europeos con el nombre genérico araucano desde el siglo XVI (2008, 70), a pesar de que también se utilizaron otros gentilicios como picunches, picuntos, huilliches, pehuenche o puelche.

Más allá de esta amalgama de nomenclaturas dispares y confusas, el término Mapuche representa, en la actualidad, una categoría identitaria apropiada por sus pueblos. La versión actualmente más conocida define que, en Mapudungún, mapu significa tierra, terreno, país, región, y che refiere a gente, “la gente del país, los de la misma tierra” (Villena Araya, 2017, p. 116). La heterogeneidad de terminologías evidencia que es un concepto proveniente de un conglomerado de grupos étnicos (Dillehay, 2007) que atravesaron procesos históricos de herencia, transmisión y transformación cultural. La ocupación, circulación y movilidad a ambos lados de la Cordillera de los Andes, en lo que Martha Bechis denomina “área arauco-pampeana-norpatagónica” (2008) permitieron la reproducción de prácticas ancestrales a lo largo del tiempo, siendo sustento de su historia y su identidad. Existen análisis que consideran como mapuches a la totalidad de los grupos indígenas mapudungun-hablantes (Berón et. al, 2011), otros que refieren a aquellos provenientes de la Araucanía (Zavala Cepeda, 2011), e incluso referentes indígenas ranqueles y tehuelches que discuten lo relativo a la homogeneidad cultural y territorial mapuche (Vezub, 2016).

En las últimas décadas del siglo XX, se produjo un proceso de “emergencia mapuche” (Bengoa, 2011), de reivindicación identitaria y revitalización cultural. Actualmente, en Chile casi dos millones de personas se autoidentifican como tales (Censo Nacional de 2017), y en Argentina alrededor de doscientas mil (Censo Nacional de 2010). Muchas de ellas conforman organizaciones políticas de gran vitalidad que protagonizan construcciones de liderazgos étnicos, exigencias de reconocimientos estatales, participación política y en algunos casos autonomía jurisdiccional. Como Nación mapuche, denuncian el exterminio sistemático perpetrado sobre sus pueblos y la apropiación ilegal del territorio, reclamando la devolución y titulación de sus tierras. También, llevan adelante reclamos ambientales, demandas en materia de salud y educativas, libertad económica-productiva y respeto de sus tradiciones culturales y religiosas.


REFERENCIAS

Diccionarios

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Bibliografía
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