REBELLION AND RESISTANCE IN THE IBERIAN EMPIRES, 16TH-19TH CENTURIES.

Auca/Awqa, Aucaes (ES) | Auca/Awqa, Aucaes (PT)

Author: Jaime Valenzuela

Affiliation: Pontifícia Universidad Católica de Chile

https://doi.org/10.60469/6e82-s209


Utilizado en los Andes desde los tiempos incaicos, el vocablo quechua auca/awqa servía originalmente para designar a los animales salvajes. Luego fue adquiriendo una proyección política, cuando los Incas extendieron dicha etimología para transformarlo en una categoría utilizada para definir a grupos humanos  –y, por extensión, a las tierras que habitaban– que se mantenían hostiles al control imperial del Tahuantinsuyo. Con el término auca/awqa se calificará, así, a quienes se mantenían fuera de la “civilización”, conservando sus formas de vida “salvajes”, como sucedió con algunos de los grupos que los Incas intentaron invadir durante la expansión imperial que se desarrolló en el último tercio del siglo XV  –pocas décadas antes de la conquista hispana–, y que opusieron exitosa resistencia en el Oriente de la actual Bolivia y al Sur del actual Chile. Etnias y geografías que quedaron fuera de las fronteras “civilizadas” del Inca, y que de esta manera se incorporaron en el universo socio-semántico auca/awqa, ampliando, a su vez, los términos identitarios del vocablo, al asignarle a su portador un carácter traicionero, hostil y belicoso.

Lo anterior permite explicar el hecho de que en las fuentes coloniales tempranas el vocablo aparece como un verbo ligado a la guerra, asociado a “pelear” y “batallar”. En 1608, el Vocabulario quechua del jesuita Diego González Holguín  –que por más de veinticinco años había estudiado el idioma y sus usos, como misionero en el Perú–  recogía el significado de la palabra aucca como “enemigo traidor contrario”; pero también incluía el concepto auccani (“pelear”), y otras derivaciones, como auccak y auccakta, todas ellas relativas a cargos militares (González Holguín 1989 [1608]: 38; Itier 2023: 75). Vemos, entonces, como el lenguaje de los Andes conservaba, aún después de décadas de instalado el control colonial español, las connotaciones bélicas que habían formado parte  –y que aún lo seguían siendo–  de la experiencia de resistencia desplegada por aquellos grupos fronterizos.

En las fuentes de los siglos XVI y XVII, entonces, el concepto auca/awqa va reforzando su polisemia negativa y estigmatizadora, ampliándose a las traducciones de “enemigo”, “indio de guerra”, “rebelde”, “ladrón”, “traidor”, “tirano”, “ingrato”. Calificaba tanto a las personas de los tiempos anteriores al Tahuantinsuyo  –que vivían en un estado de guerra permanente–, como a los pueblos de las regiones no sometidas, que aún mantenían ese modo de vida “primitivo”. No parece extraño, en esta misma lógica, que mantuviera una de sus acepciones vinculada al mundo animal, siendo utilizado también para denominar al jaguar, felino característico de las zonas selváticas: una fiera indomable, en un ambiente salvaje (Itier 2023: 68). Como apunta César Itier, “El awqa era la imagen en negativo del ideal de paz y disciplina promovido por el Tahuantinsuyo”. Se trata de uno de los términos centrales del vocabulario político inca, que podía escalar hasta significar aquellos traidores que “atentaban contra su señor” (Itier 2023: 63; Pärssinen 2003), por lo que no es extraño que los españoles lo incluyeran muy pronto en su propio vocabulario de conquista para referirse denotativamente a los habitantes de las regiones surandinas que rechazaron sostenidamente la soberanía del monarca hispano y de su religión oficial. Ellos eran los “bárbaros traidores” contra quienes se podía ejecutar toda clase de castigos, incluyendo no solo la muerte, sino también su captura y esclavización. El vocablo también aparece asociado con el término purum, que significa “baldío”, para designar a los “salvajes” ignorantes de la agricultura  –y, por lo tanto, ajenos a la “civilización”–, que existían en varias regiones de América del Sur. Los purum-auca, entonces, serían los “guerreros de tierras no cultivadas”. Y este fue el nombre con el que en las crónicas coloniales se conoció a los indígenas del centro de Chile y a los habitantes del oriente del futuro Ecuador, probablemente a raíz de la impresión que tuvieron los Incas al observar que la economía agrícola de estos pueblos sería menos desarrollada que la de las zonas andinas centrales (Itier 2023: 82; Manríquez 2002; cf. en este mismo léxico: vocablo “Mapuche”).

En el caso chileno, las crónicas consideraron también la resistencia armada que opusieron inicialmente aquellos purum-auca de las regiones cercanas a Santiago (León 1983; Silva 1986; Téllez 1990; Sánchez: 2001-2002), aunque luego decantaron su atención hacia la hostilidad mucho más radical y permanente de los habitantes de más al sur, allende el río Biobío: los mapuches de Arauco y de las provincias meridionales. En éstos se concentrará el calificativo concreto de auca/awqa: más sintético, pero también más directo en la carga semántica asociada a la “barbarie” rebelde, que sería consustancial a la geografía –estigmatizada en su conjunto como un espacio genérico definido como “tierra adentro” (Giudicelli 2012; Lucaioli 2021)–  y a la “naturaleza” de sus habitantes; y que pronto serviría también como discurso legitimante de la guerra “a sangre y fuego” y de su captura esclavista (Boccara 2001). Esta suerte de etnónimo de la “alteridad salvaje” también se utilizó para referirse a los llamados chiriguanos –habitantes del piedemonte de los Andes, al oriente de la actual Bolivia (Saignes 2007; Oliveto 2010; Revilla Orías 2013)–  y a los calchaquíes  –en las sierras del Tucumán (Giudicelli 2007): las mismas regiones que, como vimos, habían resistido previamente a la expansión del Tahuantinsuyo.

Los españoles, pues, no solo adoptaron el vocablo quechua para designar a los “bárbaros” de sus propias fronteras coloniales, sino que reforzaron la connotación política y militar del término, asignándole un rol estigmatizador vinculado al “enemigo interno”, irreductibles a la soberanía de la monarquía y a la religión cristiana. Implicaba una connotación cultural más amplia, que los españoles resignificaron e hicieron suya durante su proceso de conquista y colonización de los Andes del sur, y que generalizaba a los nativos refractarios con el estigma casi ontológico de la rebeldía y la traición, haciendo ver a estos pueblos como poblaciones inconstantes en sus compromisos, enemigos en lo político e “infieles” en lo religioso, “de su naturaleza bárbaros”  –como apuntaba un misionero jesuita a fines del siglo XVII, en relación con los mapuches del sur de Chile (Archivo del Arzobispado de Santiago, Secretaría, v. 65, f. 84; Boccara 2001).

Aún en 1916, el capuchino Félix José de Augusta plasmaba en un Diccionario Araucano-Español su vasta experiencia misionera entre los mapuches de Chile, incorporando el concepto awca y definiéndolo como “alzado, rebelde, muy travieso”. Por cierto, también daba cuenta de la continuidad de su versión animal, señalando como ejemplo de awca a una yegua, “porque suele ser chúcara”; y agregaba acepciones que nos remiten a aquellos lejanos tiempos coloniales, aunque ya incorporadas en los usos de los propios indígenas, y que incluían la palabra awkan (“sublevarse”) y awkalün (“alborotar a otros”), así como el adjetivo Awkakulme (“belicoso”) (Augusta 2017 [1916]: 13). Incluso en el Perú actual, en la región de Cuzco, se califica como auca a una persona o a un animal conflictivo, hostil y propenso a pelear (Itier 2023: 63).

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REFERENCIAS

Diccionarios

Augusta, Félix José de, Diccionario mapudungún-español / español-mapudungún, Temuco/Santiago, Universidad Católica de Temuco / DIBAM, Centro Barros Arana, 2017.

González Holguín, Diego, Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua qquichua o del inca, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1989 [1608].

Fuentes manuscritas
“Informe del padre Juan de Oviedo, de la Compañia de Jesus, sobre las misiones entre los indios, hecho a petición del Presidente don Tomás Marin” (Santiago, 9 febrero 1700), Archivo del Arzobispado de Santiago, Secretaría, v. 65, f. 84

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